Ojo de agua II


Contrajo sus alas en un mismo impulso del aliento, giro en elipsis hacia arriba rompiendo insatisfacciones medias tintas con la misma velocidad en que se rompe un jarrón, así el aire se dividió en dos orillas infinitas y filosas. No es posible respirar con suavidad de este lado chimanguito amigo, acompañame, quiero verte en esta turbulencia que de vez en cuando me hace feliz. Aquí donde se sueña con lo fugitivo aún, con lo que se capta al abrir los ojos por primera vez, el exceso del florecimiento, el vacío que dejan las máscaras cuando se cuelgan en la casa vieja. El diálogo aún puede retomarse cuando dejamos que las palabras sean más que burbujas sueltas que comprueban lo que pensamos. Al fin el pensamiento es una ilusión oscura que cansa la mente, refugio de paisajes chiquitos que suaves acarician nuestros sentidos, pueblo que reúne en una misma canción la intención del amor. Sé de tus pesadillas compartidas, vi las aves carroñeras, están lechuceando todo el día, se llenan de chillidos espantosos y se reflejan bellas en los espejos hechizados de la estupidez, no saben nada de la ternura de la piel, del ritmo sincero de las copleras, fanáticas se mueven en los círculos de la crueldad, en el centro de sus elecciones condescendientes anida la comodidad, y absorven la sustancia de la inocencia para no envejecer. La noche es siempre negra en sus destinos repetitivos, se parecen tanto. Miran raro frente a tus colores atigrados, no saben nada de la belleza, se rejuntan y se festejan como partidarias del mismo vuelo sólo para devorarse lo que nace en el mismo instante de su condensación, antes de que tomen forma genuina. Obsecuentes, adulan como pájaros de mal agüero para comer mejor. 

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