Poema de La enagua cuelga de un clavo en la pared de Leonor García Hernando

He tenido el terror de los bichos humildes en la tormenta.
Me mortificó la duda. Me mortificaron los grandes helechos ponzoñosos, los ojos de las modistas, las palabras habladas en la boca de mi madre.
La duda comió de mi corazón como un chino inclinado sobre su arroz cocido.
El deseo vino con un peso de barco que divide las aguas y termina siendo sólo veneno blanco cae en gotas de un raro espesor.
La boca agrandada por el deseo como por trazos de carmín y los ojos agrandados por la lectura.

Eso es todo.

Leonor García Hernando, La enagua cuelga de un clavo en la pared, CILC, 2009.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Oriah el soñador de la Montaña

Hule poema de Néstor Perlongher

Serie: Las tejedoras