Hule poema de Néstor Perlongher

Pasar al contenido principal CULTURA //// 02.12.2012 La experiencia dolorosa de los cuerpos Un comentario sobre lo real y las formas a propósito del poema El Hule. Facebook Twitter WhatsApp Telegram Compartir Por Victoria Palacios l Un trazo perpendicular, en su anclaje rítmico y semántico, pero central pensando en términos de una “poética de la gravedad” en la década del 80' en argentina, es la necesidad de expandir las fronteras génericas de las disciplinas cuyo interés se centra en la subjetividad. La experiencia de la represión política, social y cultural, y su concresión, a través de distintas formas de violencia sobre los cuerpos, irrumpe en el corazón mismo de la producción poética que prolifera en sus recursos junto a la teoría del conocimiento, el psicoanálisis, la filosofía y la ontología. Frente a esta proliferación vinculada al retorno de un conjunto de lecturas que delimitan sus modos de traducción y representación de las tradiciones e identidades nacionales, el Horror queda situado en un espacio espectral (o imaginario) y productivo sobre el que se articula la representación del sujeto y lo real. O, para ser más precisos, sobre la “irrepresentabilidad del mal” y del dolor inflingido en los cuerpos en el marco de una “lengua culpable”. Sin pensar en “traducir” la lengua de Perlongher, ni muchos menos hacer explícita su irrupción en un campo literario devastado -no es agotar el sentido lo que propone su poesía, sino hacerlo estallar- pienso en Hule: EL HULE Punto en el mar: destello en cromo (noctiluca) Punto en el mar: o noctiluca o destello de cromo en el oleaje, denso, de los muelles (Una niña de Quilmes perdió su monedero en unos rieles...) Ahora desean que el olvido baje sus cortinillas de hule(efecto humo) en el pantano, humor amor, y las tres moscas(a fuer de fieras, atrapadas) dulces corroan en la mesa, recta, de sus restos, yacencia suspendida, parentear, el paréntesis,la biela, yela la grela el tul, quieren que baje, yo, olvidar, el fragmento de prosa, parrafado sudor en el sudario, rastro de ínclita musaraña incli nación Ahora desean que el olvido caiga como los flecos de una cortinade hule, o de humo, sobre el pozo: que no se diga: ni sepregunte: naides ha de andar rondeandola comandancia, rumbas do blabancomo los flecos lilas de una cortina de hule sobre el lago de un cuadro, que el olvidocaiga desean turbios centauros de letrinas metálicos en ordenen derredor del pozo acanalado a cuyo.... (derrengar)blindados lo soldados que depilan a la bestia de bleque(dos espaldas) achuran pinchotean logran pinguear retazan en lonjuelas que cuelgan en el arco de las doradas camas, su reposo orean en bronceadas hamacas paraguayas y flatos, gruesos flatos, arrojan al que espera de su ida la vuelta de lo ido, revivir de campanasLADRAN LADRAN los canes que trozaron los vestidos de las hijas en el cepo torneado de la suela y con la contrasuela acariciaron glandes o sienes , llenas superficies de sílfides (cincel), arrastraron corolas por el fango del delta, con camiones de canto rodado apilaron los bultos en la sombra, penumbra enardecida por destellos de noctilucas que enloquece (el pánico) el destrozo de napas de lejía en la irreconocible pantalla de la piel, los moretones glaucos, el retazo de espejo de una córnea en la que el condenado reflejaba, alunándose, la torva mueca del error, el liame eléctrico, enroscado ligamen de articulaciones, retorcía en su convulsión el lanoleo de las sensaciones acolchadas, anestesiadas por el embate de la puntera de charol en el estuque de la boca, saltadas perlas del reír, cincel, desperdigados dientes en el hule, cortinilla de fecos (tul o humo) donde las moscas(a fuer de fieras, atrapadas) rezumaban las tres delicuescente goce de tonturas, la obsesión de los cuerpos. De las partes, en número de manos degolladas pezcuellos aherrojados en chapa, y la mampostería del mamporro, las tortas de rehilado rayón en el estómago, el hule les cubría, ese chulé de paso ponzoñoso, pereza de las yertas que encabritan, ese sulfuroso acuario, ánades claros, anos que se recaman en la estaca, renuevan en el torno de ese fierro el repecho del hades. Hule en: Poemas Completos, Seix Barral, 1997. Pienso en la experiencia redentora del encuentro de una lengua originaria y abrazada como madre, Hule, en la percepción inmediata del mínimo fulgor, y a su vez la visión de la cortina de caucho cayendo como olvido en una multiplicación de implicancia dolorosa: olvidar significa entrar en lo dado como fragmentación por la ultramercantilización de lo existente en desmedro de la “fluidez” y la reunión. Por eso su poesía avanza hipérbolicamente por contagio de resonancias rítmicas como círculos concéntricos que desdibujan el verosímil en su acaparación, como una cooptación pero al revés, no es la poesía la cooptada sino la que lo envuelve todo en un espiral de humo que intenta hacer estallar también lo real, si fuera posible, instaurado como violencia, como mutilación y profanación de “cadáveres”. Frente a la Historia como destino, contrucción absoluta que no permite puntos de fuga en la idea de un nosotros, la imposibilidad de destruir lo real se muestra en el cuerpo del torturado, verdad terrible pero antigua: la prueba de que un cuerpo ha sido sometido a lo real, es la herida, la sensibilidad a la violencia es un componente individual, ¿cómo agotar el sentido de las experiencias del dolor? La distorsión que puede observarse en el exceso de las formas y del sentido y la modestia frente al dolor se impone como un recurso frente a la insistencia de lo real. 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